viernes, 26 de marzo de 2010

El Aprendizaje en las Personas Adultas

Aprender conjuga factores tan complejos que no se puede comprender este proceso solamente relacionándolo a la fisiología del cerebro, como si se pudiese explicar el aprendizaje entendiendo la estructura cerebroneuronal de forma aislada, sin captar que las interrelaciones de los factores ecológico-sociales, culturales y psicológicos se suman a los fisiológicos que tienen que ver con la persona, su estructura biogenética, historia y circunstancias de vida, para que se produzca este fenómeno.

En ese sentido, la persona adulta tiene características similares al resto de los seres humanos. No obstante, posee también marcadas diferencias con los niños y adolescentes. Esto significa que, tanto física como psicológicamente, el organismo se ha desarrollado en pleno, alcanzando su madurez. Por ello, la persona adulta se puede definir como quien se ha independizado y asume la vida de manera autónoma, sola o con otros miembros de la sociedad, desarrollando un rol productivo.
Autores como Jabonero, López y Nieves (1999: 38) caracterizan a través de una serie de criterios esta etapa de la vida. A continuación se presenta de manera sintética los rasgos básicos de la adultez:

  • En lo físico: un cuerpo desarrollado de manera estable que es aceptado de manera satisfactoria por el sujeto.
  • En lo psíquico: una alta capacidad de comprensión que, progresivamente, servirá para compensar la paulatina pérdida de asimilación.
  • En la personalidad: plena responsabilidad sobre los propios actos y una conducta autónoma y realista.
  • En lo afectivo: amplia capacidad para percibir y responder adecuadamente a los sentimientos de cuantos le rodean.
En lo profesional: pueden fijar objetivos a medio y largo plazo, organizarse la vida en función de ellos y mantenerse de manera perseverante en ese camino.

Del mismo modo, Jabonero y Otros mencionan cinco etapas de la vida adulta, descritas en los siguientes términos:
1. Primera edad adulta: se inicia al final de la adolescencia y dura hasta los 25 ó 30 años. Da comienzo a los ritos iniciativos de la vida adulta y la ejecución de responsabilidades: sociales, ciudadanas, cívicas, profesionales y familiares, entre otras.
2. Edad adulta media: se extiende desde el final de la etapa anterior y concluye entre los 40 y 45 años. En este tiempo se instauran completamente las obligaciones y derechos profesionales, familiares y sociales. Al final de este período suelen aparecer las primeras señales de deterioro en el organismo.
3. Edad madura: oscila entre los 45 y los 60 ó 65 años. En este momento de la vida, las responsabilidades asumidas se mantienen, aun cuando, tienden a aligerarse por la emancipación de los hijos. El declive en las condiciones físicas suele acentuarse.
4. La prejubilación: período situado entre los 60 y los 65 años, que ha ido ganando espacio ante la frecuencia cada vez mayor de la puesta en práctica de políticas laborales así llamadas. En esta etapa se está menos centrado en la profesión, y continúan disminuyendo las capacidades físicas.
5. La jubilación: se sitúa comúnmente a partir de los 65 y 70 años. Para ese momento las condiciones físicas acusan una marcada pérdida, lo que conlleva al incremento de la dependencia. Es importante señalar que, se considera el inicio de la senilidad a la pérdida de la independencia y autonomía.

De lo anterior se deduce que existen dos tipos de factores inherentes a la propia persona que influyen en el logro de aprendizajes en la edad adulta, y estos son:

Los factores físicos: provenientes de su estructura fisiológica. En especial van acusando deterioro progresivo la vista, la audición y la motricidad; los cuales a partir de la edad adulta media comienzan a verse afectados. No obstante, la persona compensa las limitaciones que surgen ante este declive, con estrategias sociales o intelectuales que la madurez le brinda.

Los factores intelectuales: relacionados, no solamente, con las estructuras del sistema nervioso y agrupadas bajo los términos “inteligencia fluida”; sino que además contempla las habilidades y saberes característicos de la cultura particular, la experiencia de la persona y la capacidad de respuesta del grupo social en el cual el sujeto está inmerso; llamadas “inteligencia cristalizada”.

Esto implica que, la inteligencia fluida está vinculada a la dotación fisiológica y la inteligencia cristalizada se sustenta en la experiencia. De igual modo, la memoria, que es un elemento central en las capacidades cognoscitivas, se va afectando continuamente en el transcurso de la vida adulta. Así, la memoria de evocación, es decir, aquella que permite contactar recuerdos de tiempos distantes, mantiene mejores condiciones que la memoria de fijación, la cual está relacionada con el acceso al recuerdo de personas conocidas y eventos acaecidos a corto plazo.

Lo anterior muestra de manera sintética el cómo se van afectando las disposiciones cognitivas en la edad madura. Sin embargo, tal como lo señala el neurocirujano Popovich (2002: 65):

La capacidad adaptativa o plasticidad no es considerada ya un atributo exclusivo de los organismos en etapa de crecimiento y desarrollo, representa en realidad una propiedad común del cerebro adulto . . . a mayor uso, mayor cantidad de contactos, mayor volumen de factor de plasticidad en reserva y mayores bancos de memoria para recordar más cosas.

En ese sentido, en un estudio realizado por la Universidad de Harvard (citado en Demare, 2004) se determinaron, los siguientes factores claves para conservar las funciones mentales intactas en la edad madura, la prejubilación y la jubilación: (a) mantener una actividad física regular con un peso corporal normal o por debajo en un 10%; (b) formar parte de un grupo social de apoyo, incluida una relación estable de larga duración basada en el amor; (c) tener confianza en si mismo para afrontar las situaciones de la vida, en lo que parece incidir el tener educación superior, y; (d) poseer buenas expectativas con respecto a estas etapas de la vida.

Por su parte, Yepsen y Chopra sostienen que no es obligatorio que una persona de edad madura pierda sus capacidades cognitivas. Luego de una amplia revisión de investigaciones realizadas al respecto, Yepsen señala que “el cerebro adulto produce nuevas conexiones entre células a fin de satisfacer las demandas de un entorno exigente. . . no es un órgano que deja de desarrollarse cuando abandonamos la juventud” (2009: 101)

De esa forma, los requisitos básicos para continuar esa evolución neurocerebral y que parecen ser la clave para una vida agradable, independientemente de lo avanzada que sea la edad de la persona, son: la ejercitación corporal, la nutrición adecuada, un ambiente que presente calidad de estímulos en un marco psicológico bajo en estrés y disposición actitudinal favorable hacia la vida y sus situaciones.

Elizabeth Román (2010)

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