viernes, 9 de abril de 2010

Los Nuevos Caminos de las Ciencias

El inicio de un nuevo milenio ha traído consigo la confrontación de una diversidad de tendencias epistemológicas, es decir, estilos de pensamientos predominantes en los predios científicos; todas estas pueden agruparse con el propósito de esclarecer su estudio, en dos grandes vertientes: en la primera las tendencias enmarcadas en la modernidad como son el empirismo y el racionalismo; y, en la segunda, las llamadas posmodernistas, conformadas por el deconstruccionismo y el trascendentalismo.

En cada vertiente se reflejan sus enfoques más radicales, generalmente asumidos de manera dicotómica: si se acepta uno se rechaza el otro. Así, en las tendencias modernistas se cree que el conocimiento es producto de la experiencia sensorial (empirismo) o de la razón (racionalismo). Estas perspectivas son mutuamente excluyentes.

En la perspectiva de la posmodernidad, los enfoques son más radicales, es así como se acepta el origen subjetivo del conocimiento, al punto de pensar que éste es totalmente relativo, fragmentado y permanentemente inacabado (deconstruccionismo) o, se considera que el conocimiento es subjetivo y objetivo simultáneamente, es el ser humano quien elige en un momento determinado entre una u otra posibilidad, más no son excluyentes ni relativas, sólo parciales: una complementa a la otra (trascendentalismo).

Eso es comprensible si se observa desde el ámbito de la física cuántica, en la que el científico tiene las opciones de ver a la luz como onda o como partícula, según los instrumentos que utilice, en todo caso, como potencialidad ambas están allí simultáneamente, no como una ambivalencia, sino de forma bivalente y alternativa.

Otra categoría importante de destacar es la estrategia de pensamiento del científico, que en el empirismo se caracteriza por el método inductivo y la aprehensión de la realidad es a través de los “sentidos”, debido a que es única, medible y objetiva; en tanto que en el racionalismo, el método básico es el deductivo y la realidad sólo puede ser captada por la intervención de la razón, debido a su intersubjetividad, ya que constituye una representación mental.

Por su parte, los investigadores identificados con el deconstruccionismo, asumen la relatividad absoluta del pensamiento, por lo cual todo y nada es verdad, y la búsqueda de ésta es una tarea sin sentido.

En tanto que en la perspectiva trascendentalista, se considera que el potencial humano tiene muchas alternativas y, en consecuencia, la verdad es parcial, más no relativa, existen diferentes puntos de vista con valor por si mismos o en conjunto. Es como los instrumentos de una orquesta que se complementan en una armonía o como la interpretación de un solista, ambas posibilidades son integras. También implica algo mucho más importante, y es una visión de la persona como una totalidad inserta en una totalidad de orden superior, que vive una experiencia en este contexto existencial, como parte de su moverse en distintos planos de conciencia, unos más abarcadores que otros, a través de evoluciones e involuciones, o de saltos cuánticos, por los cuales se gana o se pierden paquetes de energía. Esta idea fue muy bien expresada por Teilhard de Chardin, en su conocida afirmación: “no somos seres humanos que tienen una experiencia espiritual, somos seres espirituales que tienen una experiencia humana.

Elizabeth Román (2010) con base en los planteamientos de Colom y Mèlich (1995), Padrón (2009), Zohar y Marshall (1994) y Wilber (1996)

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